Después que Moshé advirtiera a Paró que
al día siguiente una plaga de langostas destruiría las cosechas de Egipto, los
cortesanos lo instaron a que permitiera la partida de los israelitas varones.
Sin embargo, Moshé y Aharón insistieron en que se autorizara a salir también a
las mujeres, los niños y los rebaños. Como resultado, fueron expulsados del
recinto de Paró. Al día siguiente, Moshé extendió su bastón y un viento del
Este trajo a Egipto una plaga de langostas que devoraron la vegetación del
país. Después de presenciar este desastre el faraón admitió su error y rogó a
Moshé y a Aharón que rezaran por la eliminación de la plaga. Así lo hicieron y
un fuerte viento retornó una vez más a su obstinada negativa.
Entonces Moshé produjo la plaga
siguiente: una total oscuridad que envolvió la tierra de Egipto durante seis
días. Durante tres de ellos los egipcios ni siquiera pudieron moverse. Sólo los
israelitas tenían luz en sus viviendas. El caos resultante de esa pesadilla fue
demasiado para el faraón, quien ofreció dejar que partieran los israelitas
-hombres y niños- siempre que dejaran los rebaños como garantía de que
regresarían. Moshé rechazó esta condición y Paró le prohibió que apareciera de
nuevo ante su presencia. Moshé replicó que habría una plaga final de efectos
devastadores: ella le costaría la vida a todos los primogénitos egipcios. Moshé
y Aharón partieron entonces por última vez.
D-s informó a Moshé que la redención
estaba próxima y que de allí en adelante el año comenzaría en el mes de la
liberación (Nisan). El décimo día de este mes cada jefe de familia debía
apartar un cordero macho sin defectos, para mantenerlo hasta la noche del día decimocuarto,
ocasión en la que debía ser sacrificado. Parte de la sangre sería salpicada
sobre el marco de la puerta de toda casa judía como señal de que sus habitantes
eran israelitas. Esa noche, la carne del sacrificio debía ser comida, cuando
estuvieran asada, con pan sin leudar y hierbas amargas. Todo lo que quedara en
la mañana debía ser quemado. Más aún, era menester comer apresuradamente y los
comensales debían estar preparados para iniciar un viaje. Aquella sería la
noche en que Hashem eliminaría a todos los primogénitos de Egipto, con excepción
de los que estaban en casas salpicadas con sangre de cordero. Desde entonces
esa festividad ha sido observada anualmente como Pésaj y es un permanente
recordatorio de la liberación de Egipto. Durante siete días se comería pan
ázimo y los días primero y séptimo de la festividad debían ser observados como
una asamblea sagrada, con la prohibición de hacer cualquier trabajo. El
sacrificio de las ofrendas de Pesaj debía ser observado en Canaán después de la
conquista, y su significación debía ser explicada a las generaciones
siguientes.
Exactamente a medianoche, D-s eliminó a
todos los primogénitos egipcios, tanto hombres como animales. Paró y sus
compatriotas se levantaron en mitad de la noche para lamentarse amargamente por
las pérdidas de vidas. Pidió entonces a los israelitas que partieran, no ya
como una orden real, sino con un dejo de sometimiento, tal como Hashem lo había
anticipado.
Los israelitas partieron con tal
apresuramiento, que la masa del pan con levadura no tuvo tiempo de leudar
(desde entonces y para conmemorar este hecho, los judíos han estado comiendo
pan ázimo o matzá, en Pesaj). Eran seiscientos mil hombres los que
comenzaron el viaje y llevaron con ellos a sus esposas e hijos. También
transportaban una gran cantidad de oro y plata que los egipcios les habían
entregado. Los judíos recibieron orden de llevar un korbán Pesaj el
catorce de Nisán de cada año. También se les ordenó que redimieran a sus hijos
primogénitos varones en todas las generaciones futuras, y que usaran tefilín
(filactelias) "como señal en tu mano y como recordatorio entre tus
ojos", para que no olvidaran la salvación de los judíos en Egipto.
Lilmod ULelamed