Hashem Se reveló a Moshé como el Señor cuyas promesas a los
patriarcas se cumplirían ahora, pues los israelitas serían rescatados de la
esclavitud y llevados a la Tierra Prometida. Los judíos, con el espíritu
quebrantado, rehusaron escuchar a Moshé cuando les entregó el mensaje del
Señor. Esto produjo temor en Moshe, pues se preguntaba cómo lo escucharía el
gran faraón si sus propios hermanos no lo hacían, especialmente por el hecho de
que temía dificultades de dicción. Nuevamente se le dijo que Aharón sería su
vocero y que el faraón se rehusaría a permitir a los judíos la salida de Egipto
hasta que Hashem no infligiese severos castigos a los egipcios.
Moshé tenía ochenta años y Aharón ochenta y tres cuando partieron
a cumplir su misión. Sabiendo que Paró se impresionaría con un acto mágico,
Aharón arrojó un bastón al suelo, que se convirtió en una serpiente. Sin
embargo, los magos egipcios pudieron reproducir esta proeza. Pero aún cuando el
bastón de Aharón se tragó a los bastones de los magos, el faraón permaneció
impasible.
La primera plaga se desató entonces sobre Egipto. Después de
advertir a Paró lo que iba a ocurrir, Aharón siguió las instrucciones de Moshé
y agitó su bastón sobre el Nilo, los canales y reservorios. Las aguas se
convirtieron en sangre. Los peces murieron y esto produjo un olor pestilente e insoportable.
Los egipcios, enfrentados con la falta de agua, se vieron obligados a suplicar
a los judíos que les dieran un poco, pues la plaga -que se prolongó durante
siete días- no tenía efecto sobre el agua de los hebreos. Puesto que el milagro
fue nuevamente repetido por los magos egipcios, el faraón mantuvo su actitud
obstinada. Por consiguiente, ignoró la amenaza de una plaga de ranas.
Nuevamente Aharón extendió la mano sobre el Nilo y las ranas cubrieron la
tierra. El soberano egipcio rogó a Moshé que detuviera los efectos de la plaga
y prometió permitir, a cambio, la salida del pueblo judío para ofrendar
sacrificios a Hashem. Tan pronto como Moshé oró al Señor, cesó la plaga. Sin
embargo, el faraón se rehusó obstinadamente a cumplir su promesa.
Entonces Aharón golpeó con su bastón el polvo de la tierra y éste
se transformó en piojos que cubrían a hombres y animales. Esta vez los magos
egipcios no pudieron hacer lo mismo y se vieron forzados a admitir la
superioridad del poder de D-s. No obstante, el corazón de Paró continuó
endurecido.
Moshé le advirtió que animales invadirían los hogares de los
egipcios, pero que la tierra de Goshen, donde vivían los judíos, no sería
afectada. El faraón se mantuvo en sus trece. Sin embargo, la desolación
provocada por esta plaga lo obligó a autorizar que los israelitas ofrendaran
sacrificios a Hashem en Egipto. Moshé, en cambio, exigió que se permitiera a
los judíos viajar por tres días al desierto para ofrecer los sacrificios, a fin
de escapar al saqueo de los egipcios. Paró accedió, pero tan pronto como se
detuvo la plaga, se negó nuevamente a dejar salir a los judíos.
Entonces Moshé le advirtió que la morriña (enfermedad del ganado)
devastaría a Egipto (con excepción de Goshen) si Paró no terminaba por acceder.
Paró rechazó la advertencia y la plaga azotó intensamente al ganado de los
egipcios causándole la muerte, en tanto que los animales pertenecientes a los
judíos no fueron dañados. No obstante, Paró permaneció inconmovible.
A continuación Moshé arrojó ceniza hacia el cielo en presencia de
Paró. La ceniza se convirtió en polvo y éste causó una epidemia de forúnculos
dolorosos tanto en los hombres como en las bestias. Los propios magos de Paró
fueron afectados, pero él no cambió de opinión.
Se le dijo entonces que destrozaría las cosechas y diezmaría el
ganado que aún quedaba. Se le aconsejó que cubriera a personas y animales para
salvarlos de la muerte. Algunos egipcios atendieron la advertencia y buscaron
refugio junto con el ganado. Entonces Moshé extendió su bastón hacia el cielo y
una terrible tormenta de truenos, relámpagos y granizo arraso el país (excepto
Goshen), matando a hombres y bestias, y destruyendo las cosechas. (El granizo
era de naturaleza inusual. Estaba compuesto de fuego en su interior y hielo en
el exterior, y era de gran tamaño). Esta vez Paró reconoció su error, pero
cuando cesó la tormenta, su corazón se endureció nuevamente como una piedra.
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