viernes, 9 de agosto de 2013

Parashá Shoftim(Deuteronomio 16:18 -21:9)




Moshé procedió a repasar las normas necesarias para asegurar las condiciones de una sociedad civilizada. En cada ciudad debían nombrarse jueces y funcionarios locales, y la justicia debía ser administrada correcta e imparcialmente. En consecuencia, un juez tenía prohibido mostrar parcialidad o aceptar sobornos. Si un juez local encontrara un caso muy difícil de resolver, debía derivarlo a una autoridad superior, es decir, a los cohanim y la Suprema Corte, con asiento en el Santuario. Su decisión era definitiva y la negativa a acatarla podía ser castigada con la muerte.
El pecado de idolatría, determinado luego de una amplia investigación, era castigado con la muerte por apedreamiento. El acusado no podía ser condenado por el testimonio de un solo testigo. Se requerían por lo menos dos, los cuales eran los primeros en llevar a cabo la ejecución.
Moshé vaticinó que llegaría el tiempo en que los judíos desearían que los gobernara un rey, como ocurría con otras naciones. Cuando esto sucediera, el rey debería ser un israelita nativo elegido por D-s. No debería abusar de su poder para acopiar muchos caballos, mantener un harén o acumular grandes riquezas, y tendría que escribir una copia de la Torá, de modo que fuera temeroso de D-s y observante de la Ley.
Después de enumerar los presentes que debían recibir los sacerdotes para su sostén, Moshé dispuso que si un cohén de otra ciudad llegara al Santuario, se le permitiría oficiar junto con los demás cohanim y obtener parte de los obsequios que estos recibían.
La Torá prohíbe todas las formas de superstición y "magia" practicadas por un adivino. Israel no tenía necesidad de recurrir a tales trucos pues el Señor le proveería de inspirados profetas surgidos de entre los propios israelitas. Ellos debían comunicarles la voluntad de D-s. Los falsos profetas que hablaran en nombre de ídolos debían ser castigados con la muerte. El falso vidente podía ser descubierto al no cumplirse sus predicciones.
La remoción de un mojón para ampliar una propiedad era considerada robo. Antes de que alguien pudiera ser convicto de un crimen, su acto criminal debían ser confirmado por dos testigos, por lo menos. Si se descubría que un testigo había levantado falso testimonio, debía recibir el castigo destinado a la víctima inocente.
Los israelitas no debían atemorizarse antes de entrar en batalla contra un enemigo poderoso, pues el Señor los protegería. Tres categorías de hombres estaban exceptuados del servicio militar: el que recién habían construido una casa y aún no la había inaugurado; el que habían plantado un viñedo pero no había alcanzado a disfrutar de su producción, y el recién casado.
Antes de atacar una ciudad hostil, Israel debía tratar de negociar una entrada pacífica, en cuyo caso los habitantes se convertirían en sus subordinados. Sólo si este intento pacífico fracasara, podía emprenderse la guerra. Si Israel venciese, todos los hombres del ejército enemigo serían ejecutados, pero sus mujeres e hijos serían dejados con vida. No debían destruirse los árboles frutales durante un asedio si había otros alimentos disponibles, a fin de que continuaran beneficiando a los nuevos habitantes de la ciudad conquistada.
Si se encontraba en el campo el cuerpo de una persona asesinada y no se podía descubrir al asesino, la responsabilidad por el asesinato recaía sobre la ciudad más cercana a la escena del crimen. Como expiación, los jueces y ancianos de la ciudad, actuando en nombre de los demás habitantes, debían sacrificar una vaca joven en un valle no cultivado por el que pasaba una corriente de agua. Entonces debían lavarse las manos en presencia de cohanim, atestiguar que de ningún modo eran responsables por el asesinato y rezar solicitando el perdón del Señor.
Lilmod ULelamed

jueves, 1 de agosto de 2013

Parashá Ree (Deuteronomio 11:26 – 16:17)


Nos adentramos en el libro de Deuteronomio, Devarim. Moshé, en la antesala de su muerte sigue recordando, resumiendo, contando a la generación que está por ingresar a Israel, la tierra prometida.
   Dentro de los numerosos temas que abarca esta Parashá quisiera puntualizar al menos dos. D´s promete al pueblo que ingresará a la tierra de Canaán, Israel. Y les dice “No vinieron hasta aquí, a descansar ni a recibir plácidamente la tierra que D´s te da” Deuteronomio Cap. 12 Vers. 9. Es decir podemos pensar que al ser el pueblo elegido, y al recibir e  ingresar a la tierra prometida, sólo tenemos privilegios. O que serlo y recibirla son un fin en sí mismo.
El objetivo de haber salido de Egipto, fue recibir la Torá e ingresar a Israel, pero con objetivos mucho más simples y ambiciosos. Comprometernos con nuestra ley, identidad, humanidad. Si no cumplimos con lo anterior entonces no nos vamos a asentar en nuestra tierra a perpetuidad, ni con seguridad. Llevado a nuestros días, el Estado de Israel, nuestra Mediná, de la cual sentimos profundo orgullo, no es un fin en sí mismo, sino un medio para que podamos “letakén olam vemaljut shadai”, mejorando el mundo comprometidos con D´s, es decir con nosotros mismos, y con nuestra identidad. Obviamente es un sueño hecho realidad, sobre el cual cantamos en el Hatikva.
Nuestra existencia, nuestra comunidad, nuestro Israel, son una bendición. Debemos ser conscientes de lo que tenemos. Pero mucho más aun de para qué lo tenemos o lo añoramos durante tanto tiempo.
Tenemos una misión. Nuestra mera existencia no es el fin. Vivamos seguros, seguros de comprometernos por un país mejor, una comunidad más viva, un Israel ejemplo para las naciones, un mundo más justo. Esa seguridad es la que nos exige nuestra Torá, D´s.
Somos responsables de cumplirla.

Rab Dr. Fabián Zaidemberg

GALEGO

Penetrámonos no libro de Deuteronomio, Devarim. Moshé, na antesala da súa morte segue recordando, resumindo, contando á xeración que está por ingresar a Israel, a terra prometida.
Dentro dos numerosos temas que abarca esta Parashá quixese puntualizar polo menos dúas. D´s promete ao pobo que ingresará á terra de Canaán, Israel. E dilles ?Non viñeron ata aquí, a descansar nin a recibir plácidamente a terra que D´s dáche? Deuteronomio Cap. 12 Vers. 9. É dicir podemos pensar que ao ser o pobo elixido, e ao recibir e ingresar á terra prometida, só temos privilexios. Ou que selo e recibila son un fin en si mesmo.
O obxectivo de saír de Egipto, foi recibir a Torá e ingresar a Israel, pero con obxectivos moito máis simples e ambiciosos. Comprometernos coa nosa lei, identidade, humanidade. Si non cumprimos co anterior entón non nos imos a asentar na nosa terra a perpetuidad, nin con seguridade. Levado aos nosos días, o Estado de Israel, a nosa Mediná, da cal sentimos profundo orgullo, non é un fin en si mesmo, senón un medio para que podamos ?letakén olam vemaljut shadai?, mellorando o mundo comprometidos con D´s, é dicir connosco mesmos, e coa nosa identidade. Obviamente é un soño feito realidade, sobre o cal cantamos no Hatikva.
A nosa existencia, a nosa comunidade, o noso Israel, son unha bendición. Debemos ser conscientes do que temos. Pero moito máis aínda de para que o temos ou o añoramos durante tanto tempo.
Temos unha misión. A nosa mera existencia non é o fin. Vivamos seguros, seguros de comprometernos por un país mellor, unha comunidade máis viva, un Israel exemplo para as nacións, un mundo máis xusto. Esa seguridade é a que nos esixe a nosa Torá, D´s.
Somos responsables de cumprila.



PORTUGUES


Nos adentramos no livro de Deuteronomio, Devarim. Moshé, na antessala de sua morte segue recordando, resumindo, contando à geração que está por ingressar a Israel, a terra prometida.
Dentro dos numerosos temas que abarca esta Parashá quisesse puntualizar ao menos duas. D´s promete ao povo que ingressará à terra de Canaán, Israel. E diz-lhes ?Não vieram até aqui, a descansar nem a receber placidamente a terra que D´s te dá? Deuteronomio Cap. 12 Vers. 9. Isto é podemos pensar que ao ser o povo eleito, e ao receber e ingressar à terra prometida, só temos privilégios. Ou que o ser e a receber são um fim em si mesmo.
O objectivo de ter saído de Egipto, foi receber a Torá e ingressar a Israel, mas com objectivos bem mais simples e ambiciosos. Comprometer-nos com nossa lei, identidade, humanidade. Se não cumprimos com o anterior então não nos vamos assentar em nossa terra a perpetuidad, nem com segurança. Levado a nossos dias, o Estado de Israel, nossa Mediná, da qual sentimos profundo orgulho, não é um fim em si mesmo, senão um médio para que possamos ?letakén olam vemaljut shadai?, melhorando o mundo comprometidos com D´s, isto é conosco mesmos, e com nossa identidade. Obviamente é um sonho feito realidade, sobre o qual cantamos no Hatikva.
Nossa existência, nossa comunidade, nosso Israel, são uma bênção. Devemos ser conscientes do que temos. Mas bem mais ainda de pára que o temos ou o sentimos falta durante tanto tempo.
Temos uma missão. Nossa mera existência não é o fim. Vivamos seguros, seguros de comprometer-nos por um país melhor, uma comunidade mais viva, um Israel exemplo para as nações, um mundo mais justo. Essa segurança é a que nos exige nossa Torá, D´s.
Somos responsáveis de cumprí-la.

Rab Dr. Fabián Zaidemberg