miércoles, 30 de enero de 2013

Itro (Shemot 18:1 - 20:23)





Mientras Moshé llevaba a cabo su misión en Egipto, su familia regresó a Midián. Ahora que los b´nei Israel estaban en el desierto, el suegro de Moshé, Itró, llevó a su hija Tzipora y a los hijos de aquél a Refidim. Moshé dio la bienvenida a Itró en forma afectuosa y le contó todo lo que Hashem había hecho por los judíos. Su suegro reconoció totalmente el poder de D-s y Le ofrendó sacrificios. Observando que Moshé estaba sobrecargado de tareas judiciales, Itró le aconsejó que nombrara jueces para ayudarlo y que él se concentrara sólo en los casos más difíciles. Moshé actuó conforme a este sabio consejo e Itró regresó a Midian.
El primer día del tercer mes (Siván) después de su partida de Egipto, los b´nei Israel llegaron al desierto de Sinaí y acamparon frente a la montaña. Moshé se aproximó a ella y oyó la voz del Señor que lo instruía para que recordara al Pueblo cómo El los había liberado de Egipto. Si ellos Le obedecían, se transformarían en "un reino de sacerdotes y una nación santa". Moshé descendió de la montaña y repitió las palabras del Señor a los ancianos y a todo el pueblo. Como una nación unida respondieron todos a una: "Nosotros haremos todo lo que nos ha dicho el Señor". Moshé informó de estas palabras a Hashem y se le comunicó que D-s aparecería en una densa nube y le hablaría delante de toda la congregación de judíos. De esta forma, nunca se dudaría otra vez de Su divina comisión. El pueblo debía prepararse durante tres días para el gran suceso de la aceptación de la Torá. No debían tocar los límites de la montaña so pena de muerte.
Después de que transcurrieron esos tres días, el seis de Siván, se produjeron truenos y relámpagos, y una densa nube descendió sobre la montaña. Se oyó el llamado de la trompeta y Moshé llevó al pueblo hasta el pie de la montaña. El monte Sinaí estaba envuelto en humo y el Señor convocó a Moshe a la cima. Luego le ordenó que advirtiera al pueblo que no debía contemplar la Manifestación Divina y Moshé cumplió la orden.
Después llegó el momento supremo de la historia del mundo. La voz del Señor fue oída por todo hombre, mujer y niño, mientras formulaba las bases de la conducta moral y religiosa de todos los tiempos:
1 - Yo soy el Señor, tu D-s, que te saqué de la tierra de Egipto...
2 - No tendrás otros dioses delante de Mí...
3 - No pronuncies el nombre del Señor, tu D-s , en vano...

4 - Acuérdate del shabat para santificarlo...
5 - Honra a tu padre y a tu madre...
6 - No matarás
7 - No cometerás adulterio
8 - No robarás
9- No levantarás falso testimonio contra tu prójimo
10- No codiciarás la casa de tu prójimo...
Los judíos estaban atemorizados por todo lo que habían presenciado que se alejaron de la montaña y rogaron a Moshé que les hablara en lugar de Hashem,por temor a morir.
Entonces Moshé se acercó a la densa oscuridad y recibió una serie de leyes. Los primeros cuatro preceptos trataban de aspectos importantes del culto divino: la prohibición de la idolatría, la erección de un altar de tierra para ofrendas de sacrificios, más solo donde Hashem ordenara que se lo construyera con roca no tallada ni modelada con instrumentos de hierro, y la ley que establece que el sacerdote debe ascender al altar por una rampa y no por escalones.
Lilmod ULelamed

jueves, 24 de enero de 2013

Beshalaj (Shemot 13:17 - 17:16)





Cuando los israelitas salieron de Egipto, Hashem no los condujo a Canaán por la ruta directa, a través de las tierra de los filisteos, con el objeto de que no se toparan con ejércitos hostiles y lamentaran la partida. En lugar de ello, el pueblo viajó en dirección opuesta, guiado por una columna de nubes durante el día, y de fuego por la noche. Moshé no olvidó transportar los restos de Iosef, como éste había pedido. Los israelitas ya habían llegado a Etam, en el límite del desierto, cuando recibieron orden de regresar y acampar junto al Mar Rojo. Allí Paró los persiguió pensando que estaban atrapados en el desierto, pero el Señor nuevamente proveyó a su salvación
Tan pronto como el pueblo judío hubo partido, el faraón se lamentó de haberle permitido salir. Reunió a todo su ejército, que consistía de muchos soldados y carros, y persiguió a los israelitas. Muy pronto los egipcios estuvieron pisándoles los talones a los judíos, que fueron dominados por el pánico y se quejaron amargamente a Moshé: "Habría sido mucho mejor para nosotros servir en Egipto que morir en el desierto", clamaban. Pero Moshé les aseguró que D-s lucharía por ellos una vez más. La columna de nubes que los guiaba se movió hacia la retaguardia, creando un velo oscuro que obstaculizó el avance egipcio. Por orden del Señor, Moshé extendió la mano sobre el Mar Rojo. Un fuerte viento sopló, entonces, del Este y dividió las aguas. Esto permitió a los israelitas cruzar el mar con el lecho seco. Los egipcios los siguieron dentro del mar pero fueron sumidos en un estado de confusión por Hashem. Las ruedas de sus carros se atascaron en la arena húmeda. Entonces Moshé extendió nuevamente su mano sobre el mar y las aguas se cerraron sobre los egipcios y sus caballos, ahogándolos.
Moshé y los hijos de Israel entonaron una canción de triunfo, en la cual alababan el infinito poder de D-s, que había destruído al enemigo. El guiaría a Israel sin peligro a Canáan, cuyos habitantes se aterrorizaron al enterarse del aniquilamiento de los egipcios.
Los judíos marcharon continuadamente en dirección al Sur, a través del desierto de Shur, hacia Mará (amargor), llamado así por el sabor de sus aguas. Abrasado por la sed, el pueblo comenzó a murmurar contra Moshé.Entonces fue mostrado un tronco que al ser arrojado a las aguas, las endulzó. Los israelitas se refrescaron y continuaron su camino hacia el oasis de Elim.
Marchando hacia el interior, entraron en el desierto del Sinaí un mes después de su partida de Egipto. Pronto la falta de alimentos les hizo decir que mejor hubieran vivido en medio de los lujos de Egipto. Hashem les comunicó que haría caer pan del cielo y los sometería a una prueba para saber si obedecían Su ley. Por la noche venían al campamento aves migratorias, codornices, y de este modo el pueblo recibió provisión de carne. En la mañana el terreno estuvo cubierto  de man (maná), el cual tenía el sabor que deseara cada consumidor. Se ordenó a los israelitas que recogieran no más de un ómer (medida de 4 litros, aproximadamente) de man por persona cada día. Empero, el sexto día debía juntarse una porción doble para disponer de alimento también en Shabat, día en que está prohibido trabajar. Un ómer de man era colocado en una vasija de arcilla delante del Arca en el Mishcán, como testimonio de la bondad de Hashem.
El Refidim, ubicada más hacia el sur, el pueblo disputó nuevamente con Moshe, quejándose de la falta de agua. Por orden de D-s, Moshé golpeó una roca en el cercano monte Jorev con el bastón que había utilizado en Egipto, y brotó una corriente de agua que permitió a la gente beber a voluntad. El lugar en que ocurrió este milagro fue llamado Masá-Merivá.
La tribu de Amalek atacó a los israelitas en Refidim y éstos se defendieron bajo el mando de Iehoshúa. En el fragor de la batalla, Moshe ascendió a la cima del collado, llevando su bastón. Fue acompañado por Aharon y Jur. Estos sostenían sus brazos cuando se cansaba, pues Israel sólo vencía cuando Moshé mantenía en alto las manos orando a D-s. La batalla duró hasta la puesta del sol y Amalek fue derrotado. Moshé recibió orden de registrar este incidente e inculcar su importancia en Iehoshua, quien conduciría a los israelitas en Canaán. Por su traición al atacar a Israel, la tribu de Amalek debía ser totalmente destruida y su recuerdo borrado de la faz de la Tierra.
Lilmod ULelamed

viernes, 18 de enero de 2013

Bo (Shemot 10:1 - 13:16)





Después que Moshé advirtiera a Paró que al día siguiente una plaga de langostas destruiría las cosechas de Egipto, los cortesanos lo instaron a que permitiera la partida de los israelitas varones. Sin embargo, Moshé y Aharón insistieron en que se autorizara a salir también a las mujeres, los niños y los rebaños. Como resultado, fueron expulsados del recinto de Paró. Al día siguiente, Moshé extendió su bastón y un viento del Este trajo a Egipto una plaga de langostas que devoraron la vegetación del país. Después de presenciar este desastre el faraón admitió su error y rogó a Moshé y a Aharón que rezaran por la eliminación de la plaga. Así lo hicieron y un fuerte viento retornó una vez más a su obstinada negativa.
Entonces Moshé produjo la plaga siguiente: una total oscuridad que envolvió la tierra de Egipto durante seis días. Durante tres de ellos los egipcios ni siquiera pudieron moverse. Sólo los israelitas tenían luz en sus viviendas. El caos resultante de esa pesadilla fue demasiado para el faraón, quien ofreció dejar que partieran los israelitas -hombres y niños- siempre que dejaran los rebaños como garantía de que regresarían. Moshé rechazó esta condición y Paró le prohibió que apareciera de nuevo ante su presencia. Moshé replicó que habría una plaga final de efectos devastadores: ella le costaría la vida a todos los primogénitos egipcios. Moshé y Aharón partieron entonces por última vez.
D-s informó a Moshé que la redención estaba próxima y que de allí en adelante el año comenzaría en el mes de la liberación (Nisan). El décimo día de este mes cada jefe de familia debía apartar un cordero macho sin defectos, para mantenerlo hasta la noche del día decimocuarto, ocasión en la que debía ser sacrificado. Parte de la sangre sería salpicada sobre el marco de la puerta de toda casa judía como señal de que sus habitantes eran israelitas. Esa noche, la carne del sacrificio debía ser comida, cuando estuvieran asada, con pan sin leudar y hierbas amargas. Todo lo que quedara en la mañana debía ser quemado. Más aún, era menester comer apresuradamente y los comensales debían estar preparados para iniciar un viaje. Aquella sería la noche en que Hashem eliminaría a todos los primogénitos de Egipto, con excepción de los que estaban en casas salpicadas con sangre de cordero. Desde entonces esa festividad ha sido observada anualmente como Pésaj y es un permanente recordatorio de la liberación de Egipto. Durante siete días se comería pan ázimo y los días primero y séptimo de la festividad debían ser observados como una asamblea sagrada, con la prohibición de hacer cualquier trabajo. El sacrificio de las ofrendas de Pesaj debía ser observado en Canaán después de la conquista, y su significación debía ser explicada a las generaciones siguientes.
Exactamente a medianoche, D-s eliminó a todos los primogénitos egipcios, tanto hombres como animales. Paró y sus compatriotas se levantaron en mitad de la noche para lamentarse amargamente por las pérdidas de vidas. Pidió entonces a los israelitas que partieran, no ya como una orden real, sino con un dejo de sometimiento, tal como Hashem lo había anticipado.
Los israelitas partieron con tal apresuramiento, que la masa del pan con levadura no tuvo tiempo de leudar (desde entonces y para conmemorar este hecho, los judíos han estado comiendo pan ázimo o matzá, en Pesaj). Eran seiscientos mil hombres los que comenzaron el viaje y llevaron con ellos a sus esposas e hijos. También transportaban una gran cantidad de oro y plata que los egipcios les habían entregado. Los judíos recibieron orden de llevar un korbán Pesaj el catorce de Nisán de cada año. También se les ordenó que redimieran a sus hijos primogénitos varones en todas las generaciones futuras, y que usaran tefilín (filactelias) "como señal en tu mano y como recordatorio entre tus ojos", para que no olvidaran la salvación de los judíos en Egipto.
Lilmod ULelamed

miércoles, 9 de enero de 2013

Vaera (Shemot 6:2 - 9:35)





Hashem Se reveló a Moshé como el Señor cuyas promesas a los patriarcas se cumplirían ahora, pues los israelitas serían rescatados de la esclavitud y llevados a la Tierra Prometida. Los judíos, con el espíritu quebrantado, rehusaron escuchar a Moshé cuando les entregó el mensaje del Señor. Esto produjo temor en Moshe, pues se preguntaba cómo lo escucharía el gran faraón si sus propios hermanos no lo hacían, especialmente por el hecho de que temía dificultades de dicción. Nuevamente se le dijo que Aharón sería su vocero y que el faraón se rehusaría a permitir a los judíos la salida de Egipto hasta que Hashem no infligiese severos castigos a los egipcios.
Moshé tenía ochenta años y Aharón ochenta y tres cuando partieron a cumplir su misión. Sabiendo que Paró se impresionaría con un acto mágico, Aharón arrojó un bastón al suelo, que se convirtió en una serpiente. Sin embargo, los magos egipcios pudieron reproducir esta proeza. Pero aún cuando el bastón de Aharón se tragó a los bastones de los magos, el faraón permaneció impasible.
La primera plaga se desató entonces sobre Egipto. Después de advertir a Paró lo que iba a ocurrir, Aharón siguió las instrucciones de Moshé y agitó su bastón sobre el Nilo, los canales y reservorios. Las aguas se convirtieron en sangre. Los peces murieron y esto produjo un olor pestilente e insoportable. Los egipcios, enfrentados con la falta de agua, se vieron obligados a suplicar a los judíos que les dieran un poco, pues la plaga -que se prolongó durante siete días- no tenía efecto sobre el agua de los hebreos. Puesto que el milagro fue nuevamente repetido por los magos egipcios, el faraón mantuvo su actitud obstinada. Por consiguiente, ignoró la amenaza de una plaga de ranas. Nuevamente Aharón extendió la mano sobre el Nilo y las ranas cubrieron la tierra. El soberano egipcio rogó a Moshé que detuviera los efectos de la plaga y prometió permitir, a cambio, la salida del pueblo judío para ofrendar sacrificios a Hashem. Tan pronto como Moshé oró al Señor, cesó la plaga. Sin embargo, el faraón se rehusó obstinadamente a cumplir su promesa.
Entonces Aharón golpeó con su bastón el polvo de la tierra y éste se transformó en piojos que cubrían a hombres y animales. Esta vez los magos egipcios no pudieron hacer lo mismo y se vieron forzados a admitir la superioridad del poder de D-s. No obstante, el corazón de Paró continuó endurecido.
Moshé le advirtió que animales invadirían los hogares de los egipcios, pero que la tierra de Goshen, donde vivían los judíos, no sería afectada. El faraón se mantuvo en sus trece. Sin embargo, la desolación provocada por esta plaga lo obligó a autorizar que los israelitas ofrendaran sacrificios a Hashem en Egipto. Moshé, en cambio, exigió que se permitiera a los judíos viajar por tres días al desierto para ofrecer los sacrificios, a fin de escapar al saqueo de los egipcios. Paró accedió, pero tan pronto como se detuvo la plaga, se negó nuevamente a dejar salir a los judíos.
Entonces Moshé le advirtió que la morriña (enfermedad del ganado) devastaría a Egipto (con excepción de Goshen) si Paró no terminaba por acceder. Paró rechazó la advertencia y la plaga azotó intensamente al ganado de los egipcios causándole la muerte, en tanto que los animales pertenecientes a los judíos no fueron dañados. No obstante, Paró permaneció inconmovible.
A continuación Moshé arrojó ceniza hacia el cielo en presencia de Paró. La ceniza se convirtió en polvo y éste causó una epidemia de forúnculos dolorosos tanto en los hombres como en las bestias. Los propios magos de Paró fueron afectados, pero él no cambió de opinión.
Se le dijo entonces que destrozaría las cosechas y diezmaría el ganado que aún quedaba. Se le aconsejó que cubriera a personas y animales para salvarlos de la muerte. Algunos egipcios atendieron la advertencia y buscaron refugio junto con el ganado. Entonces Moshé extendió su bastón hacia el cielo y una terrible tormenta de truenos, relámpagos y granizo arraso el país (excepto Goshen), matando a hombres y bestias, y destruyendo las cosechas. (El granizo era de naturaleza inusual. Estaba compuesto de fuego en su interior y hielo en el exterior, y era de gran tamaño). Esta vez Paró reconoció su error, pero cuando cesó la tormenta, su corazón se endureció nuevamente como una piedra.
Lilmod ULelamed

miércoles, 2 de enero de 2013

Parashá Shemot (Shemot 1:1 - 6:1)






Los descendientes de Iaakov estaban ahora en Egipto, donde se multiplicaron. El nuevo faraón, temiendo que los israelitas se unieran a las fuerzas enemigas para derrocarlo, inició una política de opresión, reduciéndolos a la condición de esclavos. Supervisados por crueles capataces, fueron forzados a construir las fortalezas y ciudades de almacenamiento de Pitom y Raamses, en la frontera de Egipto. Sin embargo, los intentos del faraón por reducir numéricamente la población judía resultaron ineficaces, pues su tasa de natalidad aumentaba decididamente. Tomando una drástica medida, el soberano egipcio ordenó a las parteras hebreas que mataran a los niños varones en el momento de nacer. Pero las comadres desobedecieron por temor de Hashem. El faraón ordenó entonces que todo varón recién nacido fuera ahogado en el Nilo.
Amram y Iojéved miembros de la tribu de Leví, eran padres de dos niños, Miriam y Aharón. Poco después del decreto del faraón, Iojéved dio a luz a un segundo varón. Cuando ya no pudo mantener en secreto el nacimiento de su hijo, colocó a éste en una arquilla de juncos que dejó entre las plantas de la orilla del Nilo (bajo supervisión de Miriam). La hija del faraón fue a bañarse en el Nilo, vió la arquilla y envió a una de sus servidoras a traerla. Se dio cuenta de que había en ella un niño hebreo y sintiendo piedad por él, decidió adoptarlo. Miriam se adelantó y con el permiso que le diera la princesa para buscar un ama de cría, regresó con Iojeved, bajo cuyo cuidado el niño recibió más tarde enseñanzas sobre las tradiciones de sus antepasados. El niño fue llevado al palacio real y se lo llamó Moshé, que significa: "extraído de las aguas".
Después de haber madurado, Moshé fue a encontrarse con sus hermanos israelitas y observó sus sufrimientos. Vio que un capataz egipcio golpeaba salvajemente a uno de los hebreos. No había nadie a su alrededor y Moshé, airado, mató al cruel egipcio y lo enterró en la arena. Al día siguiente Moisés intervino en una disputa entre dos israelitas. Uno de ellos le preguntó en tono insultante qué derecho tenía de juzgar a los demás, y si intentaba matarlo como lo había hecho con el egipcio. Moshé comprendió, entonces, que su acción había ganado estado público y que su vida corría peligro. En consecuencia, antes de que el soberano egipcio pudiera hacerlo capturar huyó a Midian, en la región sudeste de la península de Sinai. Llegó a un pozo, donde tuvo oportunidad de proteger a las siete hijas de Itró (el conductor espiritual de Midián) de unos pastores agresivos. Fue bien recibido por Itró y trabajó como pastor de ovejas. Pronto se casó con una de sus hijas, Tziporá, que dio a luz a dos niños, Guershom y Eliezer.
Durante la estadía de Moshé en Midian el faraón había fallecido. Su sucesor continuó oprimiendo a los judíos aún con mayor severidad, y éstos clamaron por ayuda a Hashem. Mientras cuidaba las ovejas de Itró en Jorev, Moshé tuvo una visión extraordinaria: una zarza que ardía sin consumirse. en tanto Moshé observaba esa maravilla, Hashem se dirigió a él por primera vez y le ordenó que se quitara los zapatos, pues de hallaba en suelo sagrado. Luego le informó que sería el mensajero del Señor para sacar a los israelitas de Egipto y llevarlos a la Tierra Prometida. Moshé respondió que él era indigno de una tarea tan magna, pero recibió la promesa de la ayuda Divina. Moshé preguntó entonces qué respuesta debería dar cuando los israelitas le preguntaran por el nombre de D-s. El Señor respondió que El podría ser revelado con la expresión Ehié asher Ehié, "Ehié, el que soy". Después le dijo a Moshé que informara a los ancianos de Israel sober la aparición de Hashem, y que ellos deberían demandar al faraón que permitiera a los israelitas ofrecer sacrificios al Señor en el desierto. El soberano se rehusaría, pero después que hubiera sido azotado por las plagas de D-s se vería forzado a ceder y los israelitas abandonarían Egipto cargados de riquezas.
Moshé arguyó que el pueblo no le creería, razón por la cual le fue otorgado el poder de obras tres milagros. Su bastón se transformaba en una serpiente cuando era arrojado al suelo. Esta, al ser tomada por la cola, volvía a su forma original. Luego Moshé recibió orden de poner la mano sobre el pecho. Cuando la retiró tenía rastros de lepra, pero al repetir el movimiento, la mano apareció nuevamente sana. Finalmente, si los israelitas no estuvieran convencidos, aún, Moshé debía verter agua del Nilo sobre tierra seca y el líquido elemento se convertiría en sangre. Moshé continuó titubeando y adujo que carecía de la necesaria capacidad oratoria. Hashem, por consiguiente, le informó que su hermano Aharón le serviría de vocero.
Moshe se encontró con el hermano en el monte Jorev y le contó todo lo que había ocurrido. Al llegar a Egipto reunieron a los ancianos de Israel y les revelaron las palabras del Señor. Después de que Moshe hubo obrado los milagros, los israelitas proclamaron su fe en que Hashem respondía a sus clamores en procura de ayuda, y todos se inclinaron para rendirle culto.
Moshe y Aharón se presentaron ante el faraón y le pidieron que permitiera a los israelitas salir a ofrecer sacrificios al Señor en el desierto, pero el soberano no sólo no accedió a esta demanda, sino que impuso decretos aún más rigurosos contra los judíos. En adelante estos deberían producir la misma cantidad de ladrillos que hasta entonces, pero no se les proveería de la paja que facilitaba su elaboración. Los capataces judíos fueron castigados porque sus cuadrillas no podían cumplir con esa tarea imposible. Sus ruegos al faraón para que se apiadaran de ellos fueron rechazados y acusaron a Moshé y Aharón de empeorar la situación. Sin embargo, en respuesta a las expresiones de frustración de Moshé, D-s le aseguró que el soberano egipcio se vería eventualmente compelido por el poder Divino a dejar a Su pueblo.
Lilmod ULelamed